Una vez creados el Cielo, la Tierra y todas las criaturas, la serpiente, que era muy astuta, decidió mentir todos los martes, jueves y sábados; el resto de los días diría la verdad.
Un día, charlando amigablemente con Eva, tuvo la siguiente conversación:
– Eva, ¿por qué no pruebas una manzana? -sugirió la serpiente.
– ¡Huy! ¡No! Dios me lo tiene prohibido.
– Anda tontorrona -dijo la serpiente-, puedes aprovechar y comerla hoy que es sábado y Él está descansando.
– No, no. Hoy no -dijo Eva reprimiéndose el deseo de darle un bocado a la manzana-. Tal vez la pruebe mañana.
– Mañana es miércoles y será ya muy tarde -insistió la serpiente.
Y Eva mordió la manzana.
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